El sonido de los pájaros la despertó. Su dulce mirada se entristeció al ver que él ya no estaba a su lado, ella sabía que no iba a volver.
Se levantó de la cama, cansada, sin ganas y dirigió sus ojos color miel a una fotografía que se encontraba en el aparador: ahí lo tenía, su pelo, sus manos, su cuerpo...
Él no pensaba regresar, ya no la amaba. Pero ella cada mañana se despertaba pensando en él y miraba su foto y podía sentir que su pelo, sus manos y su cuerpo, se encontraban junto a ella, para siempre.
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